Hacía como un mes desde que te vi pasar. Ni hablemos de la última vez que me dirigiste una palabra mirándome a los ojos. Prefiero no recordar tu último mensaje.
Era como si el destino se empeñara en que no te volviera a ver. Aunque me moría de ganas de verte, haciendo caso omiso al dolor, agradecía que no fuera así.
Pero de pronto pasaste por aquella calle donde andábamos todas las tardes, y me contabas que tal marchaba tu ánimo, en continuo cambio.
Y allí estaba yo, detrás de los cristales tintados de aquel bar, con una taza en la mano, que hice vibrar. No caímos de milagro.
Creía todo apagado, pero no. Me di cuenta del caos que aun siento en mi interior.
Emociones a flor de piel era poco.
No me imagino como será el día en que tengamos que volver a cruzar una mirada. Después de tanto tiempo y esas cosas vividas. Prefiero no otorgarles una cantidad.
Sigues doliendo.