martes, 29 de mayo de 2012

Hacerme fuerte.

Me doy cuenta del daño que esto puede generar. A veces exploto, y la onda expansiva llega demasiado lejos. Puede que ahora me duela, y que me cueste. Es como nadar contra la corriente. Inconscientemente sí necesito depender de ti, pero es que no quiero. Por mucho que te quiera, por mucho que esto sea real. Si la vida me ha enseñado algo, es a no dar el corazón a nadie. El mío ha andado ya por demasiadas papeleras. Nunca tuve que llevarlo a un hospital, las heridas curan si no se tocan. Alguna que otra vez, sí, las toco, para ver si fue real. Eso me ayuda a ser más fuerte. No creo que deba pedir perdón por ello, pero querido, las personas, son una jodida mierda. Incluso yo puedo incluirme dentro de ahí, y tú seas la excepción, pero es una de las veces en las que no me gustaría arriesgarme, aunque sé que lo haré. Lo sé porque sé que lo siento, pero tu mejor que nadie.

Una y no más.

Por querer tener controlada la situación, ha vuelto a suceder. Envidio a los felices desinformados, pero es que mis labios no paran de preguntar constantemente. Quisiera que llegue un día que no fuera jueves, pero es que siempre estás en medio. Acepto el pasado (el suyo, o el vuestro), y entiendo que me toca (o nos toca) construir un presente lo suficientemente fuerte como para poder quemar lo anterior, aunque queden las cenizas. Debo tomar el control, y no sé que puedo perder por culpa de ello. A veces se me pasa por la cabeza dejar de luchar, aunque no sea lo que quiero, y que siga lo que fue, o que no lo haga. A ratos no puedo más, pero tranquilo, se me pasa. Ansío el día en el que todo eso deje de existir. Y que se pierda en la memoria, no quiero ni la nostalgia. Nada, que no quede nada.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Besar tu cuello.

Que si muero por ti, es cosa mía.
Por mi cabeza ronda la idea de arrancarte la camisa, de arañarte la piel, de vivir para besar tu cuello. Y es que mi lista de prioridades cambió, empezando por tu sonrisa y terminando también por ella. A mí misma, me perdí hace tiempo.
Algunas noches, siento que muero si no me dices te quiero.
Dejé de anhelar un siempre, ya estaba empezando a delirar. ¿Qué importa lo que vendrá? Yo me levanto cada día por beber de tus labios, lo demás me da igual.
A veces me pregunto por qué me has encontrado.

jueves, 17 de mayo de 2012

Sonríe, quiero que me veas crecer.

Por fin le he visto el encanto a lo de dormir con los rayos de sol cegando mi cara, y dejo que sean lo único que pasan por mi cabeza (a parte de tu sonrisa, y mira que la mía no hace otra cosa que copiarla, pero es tan difícil...). La idea de dormir con un solo calcetín tampoco se me hace rara, y es que prefiero los contrastes (como odiarte y amarte en intervalos de diez segundos). Los arañazos que me recorren hace tiempo que dejaron de resultar desagradables, y es cierto que mi cuerpo los pide a gritos (porque las ansias de que sean los tuyos los que me recorran no cesan, así que algo debo hacer). Así que fíjate, cientos de cosas han cambiado aquí. Cada amanecer me percato de cosas que antes se escapaban de mi entendimiento. Me encantaría preguntarte si has sentido lo mismo que yo, pero lo siento, soy de las que piensan que se vive mejor en la ignorancia. Pero, por pedir, pido que me veas crecer. Sólo eso. 
Es cierto que quiero tener todo de ti, que la reciprocidad tome sentido. Si hace tiempo que me siento vacía (porque todo lo mío dejo de serlo para convertirse en tuyo, o para huir de mí, quien sabe), tú me completas por momentos. Pero sólo por momentos. Aunque es mejor que nada, y sé que es lo único que puedo pedir. No hay más, y, aunque lo quiera, las cosas deben ser así.