Que soy el único peso que hay en esta balanza a la que he decidido otorgar el derecho y obligación de traer felicidad a esto que tenemos, que voy saltando de izquierda a derecha, que no quiero que se desequilibre. Es más, no lo pienso permitir. Y aunque esté cansada, me juré a mí misma que jamás me vencería.
Enséñame a distinguir entre el bien y el mal, entre lo bueno y malo que tiene esto. Que no sé lo que es, pero me gusta casi al cien por cien. Y el resto del mal que queda, cala tan hondo como el total de las maravillas que me haces ver, y no puede ser así. Otra de las tantas cosas que no pienso permitir. No ocurrirá, así me lo dije, así te lo dije.
Porque si a veces no sé cómo me siento, supongo que es porque todo está bien.
Quizá algún día deje de suponer, y tenga la certeza, pero mientras tanto, no me incomoda bailar entre dos aguas. Resulta agradable, te miro a los ojos, y dejo de hacerme preguntas. Qué extraño.
Y lo cierto es, que si tu pasado es el precio que tengo que pagar con tal de sentir tus manos sobre mi piel, tranquilo, soy toda tuya.
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