lunes, 18 de junio de 2012

¿Puro egoísmo?

Alguien dijo alguna vez, que aquello a lo que llamamos amor, no existe. Que es puro egoísmo. Basamos nuestro bienestar en buscar el equilibrio del otro, hallando así nuestra propia estabilidad, y a la vez, la del compañero y/o causante de nuestras preocupaciones y logros. Intentamos ocultarlo, intentamos engañarnos, pensando o considerándonos grandes altruistas, que, de forma desinteresada, valga la redundancia, apuesta a ciegas por la otra persona, cuando en realidad, lo único que busca es su propia felicidad. Ahí radica el error. Basamos nuestra felicidad en otra persona, cuando, como dijo Aristóteles, debemos encontrarla en nosotros mismos.
La vida está llena de errores. No todos pensarán así. De hecho, yo mezclaría ambas ideas.
El amor, como el egoísmo, produce felicidad. Pero a corto plazo. Los comienzos suelen ser difíciles, pero el hecho de avanzar, de conseguir determinados objetivos, permiten alcanzar el placer, el estado de realización personal que todos pretendemos alcanzar. Yo pienso que el amor, es egoísmo inverso. Muchas veces, las satisfacciones no llegan de forma inmediata. El renunciar a ciertas cosas por hallar la felicidad del otro, es a lo que considero como egoísmo inverso. Me encuentro en una situación en la que me da igual lo que pase, yo soy fuerte cuando tú no lo seas. Yo estaré cuando nadie esté, incluso me iré cuando creas que no me necesitas, sea cierto o verdad. Ahora mismo, renunciaría a mi vida porque volvieras a sonreír como hace unas semanas, y créeme, hallaría el placer en ello, aunque no supiera cual sería mi final, o cuando este no sea el que quizá me merezco/nos merecemos.
Sí es cierto que la felicidad debemos hallarla en nosotros mismos. Pero seamos realistas. Si yo estoy bien, estaré bien contigo. Eso hará que tú a la vez, sientas que merezca la pena. Y lo intentarás también por ti, y por los demás que están a tu alrededor. Al final, todo se resume a un ciclo en el que, queramos o no, entran a formar todos los demás. Queramos o no, somos seres sociales. Desde nuestros inicios. No nos engañemos. La felicidad y el amor existe. De hecho, si nos paramos a pensarlo, todas las palabras existen, sean o no por sí mismas, en nuestra imaginación o en la realidad. Siempre existe esa represión que nos obliga a pensar en que los demás son los que están equivocados, cuando no es así. Todo llega, tarde o temprano. Todo pasa, también.
Diría que todo es cuestión de tiempo. A cada uno le llega lo que se merece, está claro. No me digas que no has sido nunca feliz, porque no te creeré. No me digas que no has sentido nunca amor, o que no te lo han dado...

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