miércoles, 18 de enero de 2012

Imposible.

El día que se marchó, el mundo quiso retirarse. Su mundo. O suicidarse, muy bien no lo sabía. Las ventanas comenzaron a chillar a la calle ese vuelve que no podía salir de ella, y los cristales lloraban cada noche helada, lo fuera o no. El invierno había llegado de veras. Las sábanas se arrastraban por el suelo buscando su perfume como cada mañana, y sus juegos de pies,... y ansiaban robarle caricias sintiéndose ellas mismas piel. Pero la certeza de que aquella voz no volvería, era insostenible cuanto menos. Y el mundo no quería saber nada de nadie, ni ella misma. Esos ojos no eran los suyos, y el adiós que llevaba escrito no dejaba un resquicio a los puntos suspensivos. A veces uno se pierde, y dime de qué manera puede encontrarse.

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