sábado, 14 de abril de 2012

Un día más.

Tener fe podría considerarse uno de los encantos de esta vida. Nunca sabrás que puede depararte, a dónde te llevará. Incluso podría atreverme a decir que es algo más universal, que engloba a todos los que quieren seguir adelante, los que tienen inquietudes. Incluso los que no las tienen. He de decir que no poseo ninguno de esos encantos a los que podría considerar de banales, por su carácter tópico, algo que desecharía de este mundo inmediatamente. Y nadie podría asegurar, tener la certeza de que la fe exista, aunque algunos la sintamos. Ahí está el encanto del que hablo. El mundo está cambiando, y por él andan muchos a los que podríamos llamar pobres de espíritu, que danzan o tal vez se esconden tras las sombras que creamos con nuestros actos, quién sabe si conscientes o no. Tener fe es algo de lo que no me atrevo a hablar. No sabría como describirlo, ni qué es. Otro interrogante más. Pero cuando la tienes, lo sientes, como otras muchas cosas. Y también creo que es algo que las personas llevan o no, que va en su espíritu y que hace que no sean pobres como otros tantos. En el mundo en el que vivimos, el que va sin fe, por hacer una comparación (odiosa o no), podría semejarse a aquel individuo que llega a una ciudad nueva. Y ahí tienes la sensación de que no te conoces ni a ti mismo. La diferencia está en que los que tienen fe si lo consiguen, y de hecho ya lo hacen aunque no lo sepan. Hay demasiadas cosas que no sabemos, y esta es una de ellas. Siéntete privilegiado o no, porque no es para menos.

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