jueves, 17 de mayo de 2012

Sonríe, quiero que me veas crecer.

Por fin le he visto el encanto a lo de dormir con los rayos de sol cegando mi cara, y dejo que sean lo único que pasan por mi cabeza (a parte de tu sonrisa, y mira que la mía no hace otra cosa que copiarla, pero es tan difícil...). La idea de dormir con un solo calcetín tampoco se me hace rara, y es que prefiero los contrastes (como odiarte y amarte en intervalos de diez segundos). Los arañazos que me recorren hace tiempo que dejaron de resultar desagradables, y es cierto que mi cuerpo los pide a gritos (porque las ansias de que sean los tuyos los que me recorran no cesan, así que algo debo hacer). Así que fíjate, cientos de cosas han cambiado aquí. Cada amanecer me percato de cosas que antes se escapaban de mi entendimiento. Me encantaría preguntarte si has sentido lo mismo que yo, pero lo siento, soy de las que piensan que se vive mejor en la ignorancia. Pero, por pedir, pido que me veas crecer. Sólo eso. 
Es cierto que quiero tener todo de ti, que la reciprocidad tome sentido. Si hace tiempo que me siento vacía (porque todo lo mío dejo de serlo para convertirse en tuyo, o para huir de mí, quien sabe), tú me completas por momentos. Pero sólo por momentos. Aunque es mejor que nada, y sé que es lo único que puedo pedir. No hay más, y, aunque lo quiera, las cosas deben ser así.

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