Nunca me ha gustado hacer comparaciones, siempre me parecieron odiosas. En todo este tiempo me he limitado a pensar que probablemente, la vida, sólo sea un vaivén, y que lo único que debamos hacer sea mantener el equilibrio, soportar los jarros de agua frío como medianamente podamos.
He de reconocer, que no hay nada más bonito que levantarse una mañana, y ver como el sol sale porque tú te has levantado. Y tener esa certeza.
Los cambios, puedo decir, que siempre son para bien. Que igual a todos nos han dado con la puerta en la cara, pero llega un punto en el que ya no.
Y sobre todo, tengo la suerte, o no, según como lo veamos, de haber conocido a esa persona que está claro que me ha encontrado, que me ha cambiado la vida, aunque probablemente yo no la suya. Pero, ¿y qué? Seguramente, antes me habría preguntado el por qué, si él ha podido, yo también podría. Pero olvida qué era la vida para mí antes. O mejor lo hago yo. Todos tenemos un papel. Hay dos clases de personas. Los que cambian nuestra vida, y los que somos marcados. A mí me tocó el segundo. No digo que sea mejor ni peor, simplemente, diferente. Quizá tendamos a pensar que es más doloroso, pero, ¿por qué? Dejemos a un lado el ego, el yo, no sabemos que puede pasar.
Algún día me gustaría hablar entre la diferencia de los dos tipos de personas que, a mi parecer, existen. Pero tengo que sentirme con fuerzas. Esto está siendo difícil, aunque bonito, sí...
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