Siempre he presumido de tener las ideas demasiado claras, cuando nunca ha sido así. Soy indecisión en estado puro. Que los sueños perseguidos (conseguidos o no tanto) han estado poco respaldados. Y quizás sólo por mí. Y me ha costado demasiado. No sé cuántas veces me he caído, ni lo que he tardado en levantarme. Pero te aseguro que es demasiado. En lugar de mirar atrás, y ver todo lo que he recorrido, miro adelante, y pienso en lo que queda. Pero veo negrura y espesura.
Sé que las oportunidades no van a venir a mí, que tengo que buscarlas. La confianza que había depositado en todo esto se he perdido en el caos en el que está inmerso mi cabeza. Lo que siempre me ha caracterizado, ha pasado a un segundo plano.
No debe ser así. No debe caer.
Qué triste sería la vida sin metas o expectativas, ¿verdad?
Siento sentir esto. Por eso no voy a dejar que todo me venza. Sólo necesito que pasen los días. Y sé que poco a poco me iré dando cuenta de que llegará el momento en el que diré: lo he conseguido.
El simple hecho de dejar la puerta abierta, de la posibilidad, del alcanzar, debe ser suficiente para poder seguir de pie, y saber que voy a seguir adelante. Que yo puedo, y que alguien se atreva a decir lo contrario.