No sentirte lo suficientemente bien. Ir cayendo poco a poco y no saber como salir. Llorar por nada. Sonreír también, pero esta vez a nada.
Es difícil dejar que nada te hunda, decírselo a uno mismo cuando se sabe en que situación se está, y el por qué de todo eso. Aunque sean cosas simples. Sin importancia. Los problemas no existen hasta que no les otorgamos el valor de serlo, el matiz de importancia que hace que pasen de estar en el aire a tu cabeza.
Las preocupaciones no existen, sólo personas que han pasado de vivir en lo real a nadar incluso en vasos vacíos.
No debo dejar que todo esto me pueda, la verdad es que pasamos demasiado tiempo en el suelo mirando hacia arriba y distorsionando todo lo que hay, en lugar de plantar cara y no pensar tanto en cosas que no merecen la pena y que ni siquiera están (o sólo en nuestras cabezas). Quizás el problema resida ahí, abrazemos a lo espontáneo y no lo dejemos escapar jamás.
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