Echar de menos es algo a lo que ya estamos acostumbrados. Sentir que nos falta algo, que cada día duele más la ausencia de lo que esperamos, y las esperanzas de que aparezca pegan un bajón peor que el crack del 29 de EEUU. El tiempo actúa como cicatrizante natural, duele puesto que regenera sentimientos rotos, pero produce a la larga un efecto relajante y alentador. Nada es imprescindible en nuestras vidas. Todo será sustituido por algún otro, aparecerán y desaparecerán cosas antes de que nos demos cuenta. Aprendamos a sentir que hay cosas que están de más en nuestras vidas, vivamos nuevas sensaciones desconocidas, que estaban guardadas en un cajón bajo nuestros miles de trocitos de corazón rotos.
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